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Responsabilidad Medioambiental y Economía Circular

Actualmente vivimos en una cultura de consumo basada en la filosofía de usar y tirar, en la que la innovación tecnológica y la obsolescencia programada hacen que continuamente se generen una gran cantidad de residuos.

Los recursos naturales extraídos durante la última década han sido los mismos que la suma de las tres décadas anteriores. La globalización y la industrialización no han ayudado a que la tendencia fuera convergente. Por ello, se hace cada vez más evidente que el ritmo de consumo actual no resulta sostenible en el tiempo.

Prueba de ello es la aparición relativamente reciente de la filosofía de la economía circular y su modelo basado en las 7R. Es decir: Reciclar, Rediseñar, Reducir, Reutilizar, Reparar, Renovar y Recuperar. El fin último es alargar la vida útil de los productos y, llegado su fin, reconvertirlos o reutilizarlos en otras funciones o procesos productivos. Si bien su concepto actualmente puede que sea más amplio, no podemos decir que se trate un planteamiento novedoso, ya que aunque lo hayamos olvidado, esta filosofía ya existía antes del éxodo rural a las ciudades, una época en la que las pequeñas economías domésticas maximizaban el rendimiento de sus escasos recursos, y en la que la generación de desperdicios era prácticamente nula.

Actualmente nuestro concepto de Responsabilidad Medioambiental, si bien ha supuesto un paso adelante con respecto a la situación previa de partida, aún sufre ciertas carencias.

Nos hemos quedado estancados en los principios de la ley 26/2007, que promulgó que quien contamina es responsable de reparar el daño medioambiental causado y en el principio de prevención del daño. Aunque se trata de principios perfectamente válidos, no son suficientes para recoger la complejidad del escenario medioambiental actual.

Debemos darnos cuenta que parte de la Responsabilidad Medioambiental y su futuro desarrollo debería pasar por incorporar en este concepto nuevas filosofías como la economía circular, ya que la protección del medio ambiente no se limita a la prevención del daño medioambiental, sino que comienza en la utilización responsable de los recursos limitados y en dar una segunda vida a todos los residuos que generamos. Ambas acciones deberían ser complementarias entre sí.

No sirve de nada pensar en un modelo de economía circular en el que su viabilidad esté basada en el uso de costosos recursos para conseguir la reutilización. Por tanto, debería ser un modelo que se basará en la eficiencia de sus procesos y en conseguir los mejores resultados con el empleo de los menores recursos posibles. Adicionalmente, existe otro problema habitual que es la falta de cobertura aseguradora para los gestores de residuos, pilar fundamental de la economía circular, aunque esto debería ser tratado en un artículo distinto.

Pongamos un ejemplo: la construcción de las baterías para los vehículos eléctricos. En la actualidad, muchos de los componentes usados en la fabricación de estas baterías, conocidos como “tierras raras”, son escasos y difíciles de extraer. Por ello, una parte proviene del reciclado de componentes. Este proceso de reciclado y fabricación es altamente contaminante, costoso y complejo. Aunque nos proporciona medios de transporte sostenible, deberíamos evaluar el impacto medioambiental de estas baterías y tratar de buscar medios técnicos que nos permitan hacer este proceso más eficiente.

Por último, me gustaría recordar a todos los lectores que la responsabilidad de nuestras acciones está en nuestras manos. Un pequeño gesto hoy, puede marcar una gran diferencia el día de mañana. Intentemos dejar a las futuras generaciones un planeta mejor del que nos hemos encontrado, y ayudemos a incorporar en la concienciación colectiva la importancia que tiene el cuidado del medioambiente.