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Modelos de presencialidad mixtos, pros y contras para la conciliación

Septiembre va a ser una prueba de oro para las empresas. Si durante muchos años se ha considerado casi como la vuelta al cole tras las vacaciones estivales, este año, después de los cambios estructurales de marzo 2020, aún más.

Durante meses la apuesta por la conciliación teletrabajo ha servido a muchas familias para poder organizar los confinamientos, restricciones sanitarias e incluso las cuarentenas por contactos o positivos en los círculos más cercanos. De hecho, esta situación ha permitido a muchos poder optar por trabajar desde segundas residencias o en las ciudades de origen para estar más cerca de sus familias.

Pero son muchos los trabajadores que, según los últimos estudios, prefieren plantearse un modelo de presencialidad mixto que les devuelva, durante dos o tres días a la semana, a las sedes.

¿Por qué si parecía que el teletrabajo era perfecto?

Pese a que las empresas han conseguido salvar su trabajo y resultados gracias a la rápida transición de la oficina a casa en la época más dura de pandemia, lo cierto es que la transición al teletrabajo llevaba tiempo en marcha.

Sin embargo, son muchos los que echan en falta el contacto con el resto de los compañeros y reuniones presenciales.

Esto tiene una serie de explicaciones: para empezar, en las oficinas se dispone de toda la tecnología y mesas de trabajo, mientras que las casas han tenido que ir transformándose progresivamente para cubrir la necesidad.

Siguiendo esta tendencia, el contacto con los compañeros es vital para coordinar según qué proyectos y, estando juntos, al final se consiguen conversaciones más ágiles y un ambiente de trabajo que, pese a la tecnología, en casa no siempre es posible.

La sensación de estar todo el día en el mismo sitio, tanto trabajando como relajándose, ha sido complicado para muchos, que han visto distracciones en todas partes.

¿Cuál sería la solución perfecta?

Sin duda, para muchos, los modelos mixtos en los que se acude al centro de trabajo dos o tres días o incluso exclusivamente unas horas diarias y el resto se traslada a casa puede ser la mejor alternativa.

Además de conciliar cuando los niños, por ejemplo, salen del colegio o necesitan quedarse en casa por no encontrarse bien, permite ahorrar en desplazamientos y en tiempo.

De esta forma, se pueden plantear las reuniones y sesiones de trabajo en conjunto, pero desarrollar el trabajo más rutinario en casa.

Además, se mantendría o fomentaria esa sensación de pertenencia a la compañía, recordando los logros y también los objetivos comunes, algo que se diluye cuando las reuniones son a través de pantallas.

La flexibilidad, en definitiva, va a ser la clave de la nueva empresa y del nuevo septiembre, permitiendo probablemente la elección al trabajador para facilitarle conciliar con su familia y entorno las necesidades, sin dejar de lado la presencialidad para dotarle de independencia y de contacto con la plantilla.